traducir
dejar de tener
solo anteojos
de ver
me
empezar a sentarse arriba de
tenerte adentro de
mirarte desde
no
traducir
terminar de creer que
hablame así
sacame de mi jaula así
dejame a la intemperie
que me moje así que llore así
mentime acostumbrame
dejame sola así
que yo estoy aprendiendo a
que hay capítulos más ásperos que
que está bueno un poco de pasión
que se pone adrenalínica la
y me gusta
que-
miércoles, 31 de octubre de 2012
domingo, 7 de octubre de 2012
Nocturno postal-
Fabián:
Antes de empezar, quiero hacerte un pedido. Quiero que esto
que digo quede entre vos y yo. Que no le muestres esta carta a nadie.
Quiero contártelo porque necesito compartirlo. Al principio
era algo insignificante para mí. Más que insignificante, cotidiano, sin mayor
importancia.
Pero últimamente, hay cosas que me están preocupando.
Cada noche aparece por mi casa un personaje particular. Él
cree que yo no me doy cuenta. Cree que no lo conozco, y hace miles de trucos y
de esfuerzos para mantener su invisibilidad. Es sigiloso y se mueve con
cuidado, a pesar de su cuerpo enorme y tosco.
Viene, camina por la casa, mira los libros.
Yo me hago la tonta. No me le quiero aparecer. Me da pena
que se sienta descubierto.
No sé por qué se esconde, pero intuyo que es importante para
él –muy importante- que yo no lo vea.
Trae siempre consigo una bolsa con piedras. Sí, esas piedras
de las obras en construcción, esas azuladas. Se lleva una de acá, una de allá.
Le encantan. Se las come con un placer que no podría describir.
Yo nunca tuve ningún problema con él. Es más, me gusta
sentir su presencia, es una compañía para mí en esta casa tan grande (y viste además que a
la noche las cosas suelen parecer más grandes de lo que son)
Cuando lo oigo llegar sonrío. O algo sonríe dentro de mí. Él
va y viene con tanto cuidado… si lo vieras…
Yo no sé su nombre. No sé si tiene nombre. Pero como nunca
había hablado de él con nadie… me alcanzaba con pensarlo.
He pasado horas sin dormir, escuchándolo comer sus piedras y
hojear mis libros. Le gustan mucho los libros pequeños. ¡Se ve tan hermoso en
su enormidad sosteniendo un libro pequeño!
Bueno, pero el motivo de mi carta es para contarte que
últimamente me tiene muy preocupada, Fabián.
Lo noto distraído… hasta me animo a decir que está triste.
Siempre fue extremadamente cuidadoso, dejaba todo en su lugar, todo en orden.
No daba indicios de sus recorridos, de sus estadías nocturnas en mi casa.
Un día, Fabián, dejó sobre la mesa un libro que yo estaba
segura que lo tenía en la biblioteca, bien guardado, y que hacía años que no leía.
Me sorprendí. Y así alguna que otra cosita.
Pero esta mañana… lo de esta mañana me alertó sobremanera.
Encontré una de sus piedras en la batea del baño Fabián…
Me siento realmente confundida. No sé si él está queriendo
que yo lo vea. Dudo. No quiero lastimarlo… Lo quiero tanto. No me siento capaz
de interpretar estas señales.
Siento que quizás me necesite. ¡Una piedra en la batea!
¿Entendés Fabián?
Pero no quiero empeorar la situación apareciéndome, y que se
de cuenta que todo su esfuerzo porque no lo vea nunca funcionó.
Me siento confundida. Y con unas ganas locas de abrazarlo.
Pienso a cada minuto en mi amigo nocturno. Ya no puedo dejar de quererlo.
Si pudieras Fabián a la distancia darme tu opinión… Siento
que le di tantas vueltas al asunto que perdí claridad.
Cuando vengas te hago una torta de limón.
Hablando de eso… hace rato que no venís Fabián-
Te abrazo
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