domingo, 30 de diciembre de 2012

ella una planta más

y vos tan linda ahí del otro lado de la calle
tan linda con tu remera verde
parecés una planta más
inalcanzable
tocable pero no
porque está la calle en el medio 
que es como un abismo
o como un río exaltado 

yo acá mirando
y vos ahí
tan linda
tan verde
tan lejos
tan ahí

y yo te quiero tocar
te quiero ver los ojos que todavía no te los vi
pero me quedo acá
sin intentar cruzar
aceptando la distancia
(a)sintiendo

y vos tan linda ahí del otro lado de las cosas.

jueves, 20 de diciembre de 2012

habrá que hacerse mar

hay mucha información

habrá que digerirla lentamente
como una serpiente
como un caracol

habrá que observarla
ser paciente

habrá que esperar

habrá que disfrutar del mientras tanto
habrá que amarlo tanto
hasta que llegue otro
mientras tanto
para amar

habrá que desandar
habrá que sentarse
a veces
y no hacer nada

habrá que amasar las ansiedades
como un bollo de masa para pan

habrá que acariciar
todos los miedos

habrá que dar cuerpo a los silencios
habrá que hacer placer
habrá que hacer nadas

habrá que hacerse mar-

lunes, 10 de diciembre de 2012

.

del amor al odio hay unos pocos pasos.
del odio al amor, está mi casa.

estoy en mi casa con las puertas ventanas abiertas
mis vecinos de un lado hacen el amor con ruidos
mis vecinos del otro lado se cagan a puteadas

y yo en el medio.
escucho
y pienso que
del amor al odio
del odio al amor

se parecen, sí. son los dos momentos en los que uno se muestra tal como es sin ninguna careta.
al discutir y al enredarse sexualmente-

pero ahora
yo
en el medio

corrigiendo pruebas
entre el odio y el amor-

martes, 20 de noviembre de 2012

siesta intergaláctica

Me fui a dormir una hora. 
Eran las tres de la tarde, dije, bueno, duermo hasta las cuatro. 
Me saqué el corpiño y la pollera y me tiré.

Vienen siendo días de trabajo intenso, sobretodo a nivel interno. Año intenso, se me pusieron intensas las cosas. Si hay una palabra para el dosmildoce es esa.
Bueno, me acosté y puse el despertador.

Una siesta también es un pasaje gratis, uno se acuesta en un momento y lugar y cuando se despierta está en otro. Se ha movido, ha viajado. La casa no es la misma, el color del día, las posibilidades. La siesta une, y al mismo tiempo separa, dos cosas bien distintas. Como un túnel, como un viaje-

Un sobresalto, agarré el teléfono asustada. Los pensamientos, el enano jipi y el enano careta que tengo uno a cada lado de la cabeza como en los dibujitos, empiezan a discutir. Miro la hora, 18:52. Me dormí, me dormí, me dormí... digo-pienso. Y el enano careta se me ríe-
Ui no, me dormí otra vez, la puta madre. Este teléfono tiene la hora mal, no sé qué onda. Corro al baño loca y me miro al espejo: ¡No me bañé! ¿Por qué tengo la ropa de ayer? ¿Dios... qué hora será? 

El enano jipi se prendió uno y se puso a mirar mi chou.

Encendí la compu para verle su relojito. Y entonces, en un arrojo de coherencia temporal, me doy cuenta que no es mañana. Que es hoy. Que no tengo que correr a la escuela. Que no me dormí.

Alivio, un poco. No sé donde estoy todavía. Sé que en algún lugar medio raro del martes, también raro.
Además soñé un montón. Me siento muy viajada. No puedo unir ese día a las tres de la tarde en que me tiré una horita, con este día ya oscureciendo donde me levanto habiendo dormido cuatro.

Los mates que me estoy tomando me remiten a la mañana. Les puse miel, como hago a la mañana. 

Menos mal que me di cuenta acá y no me fui corriendo al bosque, a la escuela. Después de un acto de esa estirpe yo misma presento la renuncia, la licencia por quemada galáctica magnética lunar solar cósmica-



jueves, 1 de noviembre de 2012

noviembre

no 
vi
em
bre(ve)

vi despacio
vi suavemente
vi la brevedad de mi dosmildoce
intenso él
emociones violentas
descubrimientos
mudanzas varias de pieles varias

alta revolcada me viene dando
el año del dragón
me encendió
tiró fuego hasta por los ojos

me prendió y así encendida quedé
bien ahí che
aprendizajes de fuego han sido
constantes profundos tribales implacables irreversibles inolvidables

sacudime más que ya te caché el paso
de tu baile frenético

dale que se termina la fiesta-

miércoles, 31 de octubre de 2012

de-

traducir
dejar de tener
solo anteojos
de ver
me

empezar a sentarse arriba de

tenerte adentro de

mirarte desde

no


traducir
terminar de creer que

hablame así
sacame de mi jaula así
dejame a la intemperie
que me moje así que llore así

mentime acostumbrame
dejame sola así

que yo estoy aprendiendo a

que hay capítulos más ásperos que

que está bueno un poco de pasión
que se pone adrenalínica la

y me gusta

que-


domingo, 7 de octubre de 2012

Nocturno postal-


Fabián:
Antes de empezar, quiero hacerte un pedido. Quiero que esto que digo quede entre vos y yo. Que no le muestres esta carta a nadie.
Quiero contártelo porque necesito compartirlo. Al principio era algo insignificante para mí. Más que insignificante, cotidiano, sin mayor importancia.
Pero últimamente, hay cosas que me están preocupando.
Cada noche aparece por mi casa un personaje particular. Él cree que yo no me doy cuenta. Cree que no lo conozco, y hace miles de trucos y de esfuerzos para mantener su invisibilidad. Es sigiloso y se mueve con cuidado, a pesar de su cuerpo enorme y tosco.
Viene, camina por la casa, mira los libros.
Yo me hago la tonta. No me le quiero aparecer. Me da pena que se sienta descubierto.
No sé por qué se esconde, pero intuyo que es importante para él –muy importante- que yo no lo vea.
Trae siempre consigo una bolsa con piedras. Sí, esas piedras de las obras en construcción, esas azuladas. Se lleva una de acá, una de allá. Le encantan. Se las come con un placer que no podría describir.
Yo nunca tuve ningún problema con él. Es más, me gusta sentir su presencia, es una compañía para mí  en esta casa tan grande (y viste además que a la noche las cosas suelen parecer más grandes de lo que son)
Cuando lo oigo llegar sonrío. O algo sonríe dentro de mí. Él va y viene con tanto cuidado… si lo vieras…
Yo no sé su nombre. No sé si tiene nombre. Pero como nunca había hablado de él con nadie… me alcanzaba con pensarlo.
He pasado horas sin dormir, escuchándolo comer sus piedras y hojear mis libros. Le gustan mucho los libros pequeños. ¡Se ve tan hermoso en su enormidad sosteniendo un libro pequeño!
Bueno, pero el motivo de mi carta es para contarte que últimamente me tiene muy preocupada, Fabián.
Lo noto distraído… hasta me animo a decir que está triste. Siempre fue extremadamente cuidadoso, dejaba todo en su lugar, todo en orden. No daba indicios de sus recorridos, de sus estadías nocturnas en mi casa.
Un día, Fabián, dejó sobre la mesa un libro que yo estaba segura que lo tenía en la biblioteca, bien guardado, y que hacía años que no leía. Me sorprendí. Y así alguna que otra cosita.
Pero esta mañana… lo de esta mañana me alertó sobremanera. Encontré una de sus piedras en la batea del baño Fabián…
Me siento realmente confundida. No sé si él está queriendo que yo lo vea. Dudo. No quiero lastimarlo… Lo quiero tanto. No me siento capaz de interpretar estas señales.
Siento que quizás me necesite. ¡Una piedra en la batea! ¿Entendés Fabián?
Pero no quiero empeorar la situación apareciéndome, y que se de cuenta que todo su esfuerzo porque no lo vea nunca funcionó.
Me siento confundida. Y con unas ganas locas de abrazarlo. Pienso a cada minuto en mi amigo nocturno. Ya no puedo dejar de quererlo.
Si pudieras Fabián a la distancia darme tu opinión… Siento que le di tantas vueltas al asunto que perdí claridad.
Cuando vengas te hago una torta de limón.
Hablando de eso… hace rato que no venís Fabián-
Te abrazo

viernes, 24 de agosto de 2012

planta

la puta que duele
duele todo cuando

duele todo cuando

te rompés un dedo
que creías que no servía para un carajo
y te das cuenta
de lo importante
que era ese dedo
para todo

duele la cabeza
duelen hasta los pelos

me empezó a doler todo esta mañana
me desperté con los pies doblados
los brazos curvados
todo doliendo

la cara arrugada
la cara con gesto de no entender

fui al baño para lavarme los dientes
y me vi
la piel
llena de brotes

brotecitos verdes

convertirse en planta
duele

martes, 31 de julio de 2012

menosmal

me depilé después de largo tiempo
pensé que esos pelos son como la barba de los hombres
ellos la dejan crecer y la cortan cuando quieren
y les cambia la apariencia de la cara

cuando era piba decía que quería
la depilación definitiva
menos mal que nunca tuve plata para hacerla

no tendría el placer de ver crecer mis pelos
de tocarlos
de sacarlos con pincita
de depilarlos cuando yo quiero

domingo, 29 de julio de 2012

Abuela dos

Al otro día, la otra abuela. No sé por qué el recorrido. No lo pensé, me salió. Una abuela, otra abuela.

Cuando abrió la puerta, dos cerraduras y pasador en un octavo be, me tocó la cara con las manos y sonrió. Siempre dice "Tanto tiempo" 
El tiempo es tan raro. No quiero ni pensar en si existe o no porque me da vértigo.


Tiene noventa años, y tiene tos. Sólo tos. Y algunas tristezas. Dice "Acá ando, como puedo"
Tiene la piel divina. Sus pensamientos son tan agudos y tan rápidos. Me contó que ya no se compra el diario porque le gusta mucho leerlo, y entonces se pasa todo el día leyéndolo y no hace otra cosa. Me dijo eso mientras tendía unos trapos en el lavaderito.


Me regaló botones, una caja de lata y unos libros de mi abuelo. Me dio varios ya. Iba recorriendo la biblioteca y me preguntaba ¿Einstein te interesa?


Cada vez que voy hay fotos diferentes en la biblioteca. Había dos en las que yo aparecía. Una de cuando tenía más o menos ocho años, toda despeinada. Y otra de más chica con mi hermano Martín.


Yo soy medio ratona y me interesa todo. Me traje los viajes de Marco Polo. Fascinante. Yo creo que me hubiera ido a la mierda como Marco Polo. 


Se siente fuerte el viento en el octavo. Pensé mientras la abuela revisaba sus mails. 


También me dio un chocolate. 
Me parezco a ella en que nos gustan demás los chocolates. 
Y en que somos exageradas y dramáticas, a lo García Lorca.

viernes, 13 de julio de 2012

sin costura

Domingo
con lo que me cuestan a mí los


Abuela número uno


Me tomé el tren Roca después de mucho tiempo. Atravesé la capital hasta salirme de ella.
En el oeste está el agite, es verdad. Bajé del tren y mis pies me llevaron hasta lo de mi abuela, usando la memoria de los pies llegué. Aunque debo decir que en una calle doblé mal, y di con una esquina desconocida. Un chico en la soledad de la tarde mediodía. Un chico en una patineta. Me dijo buenas tardes.


Toqué el timbre y mi abuela vino y me dijo estás más alta, o será que yo ya estoy achicándome. ¿Querés tomar algo? Unos mates. Nos sentamos en la cocina. La casa de mi abuela es para mi una ausencia del correr del tiempo, un espacio sin tiempo, un lugar donde el tiempo no entra. No sé si tengo ocho años, doce, veinte. Entrar a su casa y verla con sus vestiditos, con el olor rico, con el mate dulce. La foto mía esa con el buzo rosado, de cuando tenía tres años. Las plantitas en los focos de luz quemados. Los imanes en el calefón.


Charlamos. Enseguida encuentro algo para pedirle que me ayude. Esta vez a coser una bolsita. Mi abuela se hace abuela cuando me ayuda con algo, cuando me aconseja con algo, cuando abre los placarcitos y empieza a sacar puntillas, botones, telas. En ese acto de guiarme se abueliza.
Yo me dejo, obviamente. Aunque me gusta probar hacerlo yo y agarrar la máquina y verla al lado mirarme los recorridos chuecos de mis costuras.


Cuando yo era joven -me dice- mi mamá me decía hija tenés que aprender a coser, te vas a casar. Y yo le decía para qué. Yo no quiero coser. No me gusta. El que me quiera, que me quiera sin costura. 
Me miró y me dijo ¿Por qué tenía que aprender a coser para casarme? 
Mi feminismo de libros se hizo pequeño ante este, el de ella, salvaje, decidido.


Después, quise aprender, y cosí. 


La tele estuvo prendida toda la tarde aunque nunca la miramos. Voces que hacían ruidito. 
Me regaló unas medias, un pendorcho para hacer flores de lana, uno para hacer pompones. Yo me enamoré de sus pompones. Me dijo, qué loca cómo los tocás.
Nos reimos mucho. Nuestro sentido del humor se parece, como se parecen nuestras caderas, narices y ojos ojerosos.


En un momento me dijo que no entendía por qué en algunos lugares era invierno y en otros verano. Traté de explicárselo con una mandarina y un velador. Creo que me embarullé.
Ella me miraba atenta.
Después me dijo que cuando fue al sur y veía caer los pedazos de hielo del glaciar, se emocionó tanto que se puso a llorar y se abrazó con una mina que no conocía.
La naturaleza es tan bella.


Me sentí un poco boluda con mis explicaciones


Ojalá cuando sea vieja yo, sea tan abuela como Zulema-


sábado, 19 de mayo de 2012


gracias universo 
por los colores
por las acuarelas
por los ojos, su iris, su pupila, su córnea, su retina
por el cráneo en donde la bola ocular
encuentra perfecto su lugar
gracias por la luz
proveniente de fuentes naturales o artificiales
gracias por tener manos para dibujar
por tener dedos articulados
pulgar oponible
sistema nervioso
cerebro
neuronas
gracias corazón 
por mantener irrigados mis órganos 

gracias
placer líneo
placer deslizado por la hoja
placer dedos
placer ojos
placer nariz
placer piel
placer sonoro

<3







un chorro de infancia


gallinitas
yapas
diez caramelos por diez centavos
el almacén de Gascue
mocos
vinchas
bici verde con rueditas
bici rosa sin rueditas
gorros de lana de la abuela
polainas
plaza
plazas
arroyo
frío
piyamas
pantuflas de peluche
estufa a leña
olor a domingo
partido de fútbol
en la radio
obra en construcción
papá
mate
cemento
una sopa de verduras
fue la primera vez que cociné
mamá cantando en francés
mamá riendose
silvio rodriguez
fito paez
chico buarque
falcon té con leche
licuado de banana
para martín
para que le guste tomar la leche.
los tres tirados en la cama grande
viendo dibujitos
la mesa
los lugares prestablecidos
los manteles
cuando cobré mi primer sueldo regalé a mi casa
un mantel nuevo
el tren
las vías del tren
las monedas en las vías del tren
el calor
el miedo a los perros
los libros debajo de un pino
en el patio 
pipa
catalino
las dos lacas
los primos en vacaciones
colgar bombachas y medias del ventilador y prenderlo
desde la ventana de la pieza
se ve el patio
nos subíamos al techo
chimenea
cuidado las chapas
calientes
domingos otra vez
a las mañanas
juntar miles de porquerías de la plaza
y traerlas de ofrenda a mamá-

miércoles, 16 de mayo de 2012

Primeras veces


Era yo por entonces una adolescente. Con el pelo atado, las medias azules que llegaban casi a la rodilla. Poco sociable. De unos viajes internos profundos, cerebrales. Leía lo suficiente como para dormir poco. Los ojos grandes, detrás de los anteojos, también grandes. En el colegio no tenía mucha onda con nadie, salvo raras excepciones. En el barrio tenía amigas, sobretodo una, la Pato, con la que construimos una relación un tanto simbiótica. Nos entendíamos, nos adivinábamos casi. Vivía a una casa de distancia de la mía. Estábamos todo el tiempo juntas… Hasta coordinábamos horarios para bañarnos, y hablábamos a los gritos desde los ventiluces, el  mío en un primer piso, el de ella en planta baja. La casa que estaba en el medio de las dos era la de doña Gregoria y don Juan, quienes imagino se reirían algunas veces, nos putearían otras.

La adolescencia suele ser terreno de primeras veces. Recuerdo claramente cuando, por primera vez, puse la pava para tomar mates estando sola. Toda una primera vez, que inició el camino de una adicción. Primera vez con el maquillaje, con los tacos. Primer verano de esos grupales, en el balneario, con bikinis noventosas y depilaciones inexpertas.

No me acuerdo cómo fue que entre las dos, la Pato y yo, conocimos a un grupo de chicos. En poco tiempo se institucionalizó la esquina de su casa como punto de encuentro, que luego de unas semanas se tornó diario.
Yo volvía caminando de la escuela, con las carpetas en la mano, con la pollerita gris tableada de acá para allá. Esa pollera gris, la odiaba y la amaba al mismo tiempo.
¿Primera vez acaso de tener sentimientos contradictorios? Quién sabe. En la adolescencia sin duda tuve mi primer enrosque mental.
No me sacaba el uniforme, a veces ni siquiera pasaba por mi casa, me iba directo a la esquina, a encontrarme. Con ese grupo de gente, me encontraba. Sentía que podía ser yo misma sin avergonzarme de nada. Agradaba al resto a pesar de eso, o a causa de eso. Fenómeno que no se daba en otros ámbitos de mi vida. No me acuerdo qué hacíamos durante tantas horas… Bueno,  charlábamos. Me acuerdo sí que Cristian me ayudaba con los ejercicios de matemáticas. Eran chicos más grandes que nosotras, la mayoría de ellos bailaban folclore.
Que mis padres me permitieran salir de noche, a algún bailecito o algo así, era prácticamente una hazaña. Con la Pato hacíamos un trabajo fino, lento, horadando… Las veces que conseguía convencerlos eran por cansancio, definitivamente.
Hasta que no tuviera quince años, decían. Me parecía un criterio sumamente ridículo. Ahora los comprendo a mis padres primerizos, aterrados de que su niña ingrese en el mundo de la nocturnidad. En ese momento estaba enojadísima, con ellos y con la institución familiar en sí misma.

Creció la amistad, como crecen los yuyos. Así, rápido, sin que lo notáramos. Con uno de estos muchachos, el Negro, yo tenía una simpatía particular. Flaquito, morocho, peinado con raya al medio. Una sonrisa enorme, con muchísimos dientes blancos. Bailaba. En algunas de esas pocas salidas que hacía, él siempre me acompañaba hasta mi casa, que vale decir quedaba en la otra punta del pueblo, con respecto a la suya. Mi casa tenía un balconcito. La casa de él estaba en una esquina y era naranja. En mi casa,  mi bicicleta  blanca, una playera con caño bajo que me habían comprado cuando estaba en séptimo grado, me acuerdo que a la de caño alto no me podía subir a causa del largo –corto- de mis piernas. Le decíamos “la nave” a esa bici. Cuando el Negro me acompañaba, después de alguna salida, a mi casa, se la prestaba para que él regresara a la suya. Y también se la prestaba para que tuviera que devolvérmela.

El Negro usaba un pañuelo en el cuello, parecido a uno mío. El suyo era overo, blanco y negro; el mío, azul y negro. Una vez los intercambiamos, a mí me gustaba sentir su olor. Siempre tuve una gran memoria olfativa. Si hoy sintiera aquel olor, creo que lo reconocería. Sí, lo reconocería.

El Negro bailaba muy bien, yo volaba cuando bailaba con él. En los pueblos se usaba bailar la cumbia agarrados. No sé ahora cómo será. La mano del varón en la cintura de la chica. El Negro giraba como la Tierra: sobre sí mismo y alrededor de la pista. Una locura.

Pasábamos muchas horas juntos, todos. Cuando estábamos solas, la Pato me preguntaba, ¿Te gusta el Negro, no? Y yo sonreía de color rojo, y disfrutaba de un revuelto estomacal y hormonal que me era completamente nuevo, una sensación de vértigo, ansiedad, tensión y adrenalina entremezcladas. Primeriza, primera vez. No sabía si eso que me pasaba era amor. No necesitaba ponerle un nombre.
Una nochecita en la esquina, entre charla y charla, quedamos solos sentados en la ventana de la casa de la Pato. Sin pensarlo mucho nos dimos la mano. Recuerdo la piel suave, seca. Pasó un buen rato. Fue lindo.

Una vez, en una de esos tantos regresos a mi casa acompañada por el Negro, tuve otra primera vez. Llegamos, saqué la bici blanca para prestarle, cumpliendo con nuestro ritual. Me había olvidado de decir que en el camino, nos habíamos abrazado unas cuadras. Mi piel estaba sobresaturada de informaciones. Muy despierta yo, en esa madrugada, a pesar de que siempre fui de morirme de sueño en las salidas, como mucho a las tres de la mañana. Ya pegaba el sol, las viejas barrían las veredas, olores provocativos salían de las chimeneas de las panaderías.
Llegamos. Bueno, que descanses. Dale, vos también. Un chiste, unas risas. El Falcon color té con leche de mi papá, mirando. Charlábamos junto a una ventana de mi casa, con rejas negras, que daba al garage. Lentamente, luego del abrazo de la despedida, fuimos alineando nuestras caras, hasta quedar enfrentados y muy cerca. Sentí la espalda contra la pared fría. La boca del Negro, llena de dientes blancos, me daba mucha curiosidad, me daba vértigo y me atraía. Yo lo miraba, le decía que sí con los ojos. El Negro no quería invadirme. Yo sí quería, pero no me animaba todavía a salir de los cánones que indican que la mujer espera a ser besada. Lento, y muy suavemente, y con toda la delicadeza del universo, se fue acercando, al tiempo que yo sostenía la mirada habilitante. Y así, lento, nos dimos un beso. En la boca. Sí. Mi primer beso en la boca. Mi primer boca en un beso. Otra piel. Y no cualquier otra, sino la piel de la boca del Negro llena de dientes blancos. Sobre mi piel. Sobre la piel de mi boca de beso nuevo. Inolvidable.

El olor que sentía entonces era el de su cuello en presencia, de su cuello cerca de mi nariz que temblaba. Sonreí, pero no me vio el Negro, tenía los ojos cerrados.

                                                                                                                

martes, 15 de mayo de 2012

estoy cansada
quiero irte a salir a la buscada
y que matemos tomes
y que se cerebre mi ordene
y que no panda el cúnico
te miero cucho
vecesito nacaciones-




martes, 8 de mayo de 2012

Breve ensayo acerca de las plazas y el amor-


Atravieso una plaza. La camino. Me dispongo a sentirla.

Las plazas son tan complejas, son pedazos de ciudad en los que la gente puede permanecer de manera anónima. Quedarse, estar, encontrarse, esperar. No es lo mismo el anonimato de ir caminando por la calle que el de sentarse en una plaza. Que el de esperar en una plaza. En estos espacios verdecemento  se da una hibridación de patio-living-calle más que interesante.

Atravieso la plaza, decía, caminando lento, y cuento una, dos, tres parejas peleando.
“¡No lo puedo creer!” Grita una chica rubia sentada en un banco, con las piernas sobre un pibe vestido de negro y con cara de perplejidad. Evidentemente la está dejando, o confesándole que ha estado con otra persona. La chica llora desconsolada, exagerada, tomándose la cara con ambas manos.
La segunda: “No se puede hablar con vos Rocío, no tenés coherencia” escucho, y veo como se clavan las palabras de un oficinista de traje negro en el cuerpo de la pobre Rocío. No le veo la cara, pero me la imagino.
Los otros dos que veo están en un impás de silencio, con las miradas perdidas, disparadas la de él hacia un árbol, la de ella hacia el cielo. Ella quiere llorar, siento. Aunque no dicen nada, o a causa de ello, vibro la pelea, estoy segura de que algo anda mal.

Luego de estas tres postales, recuerdo. La mayoría, casi todos mis amores nacieron y murieron en plazas. Caigo en la cuenta. Los cuento. Recuerdo sus nombres. Un hilo conductor fácil, gráficamente armónico.
Al conocer a alguien, empezar a entablar alguna conexión, la plaza es el lugar más íntimo entre los lugares públicos. Es como invitar a tomar mates pero sin el despelote, la hilacha, el bardo de la propia cocina. Se puede relajar, sacarse las zapatillas, pero sin exponerse tanto; dando la información necesaria, justa, deseada. Dándole al nuevo ser pedazos de mí que elijo, que quiero, que dosifico. Siento que mi casa es un escalón más, un adentro al que no llega cualquiera. La plaza viene siendo entonces un living público, un pasillo, una vereda de todos. Un antes de casa en el amor.
Cuando el amor se gasta, se desarma, también la plaza. Para discutir, pelear, llorar, gritar como la chica rubia. Nadie quiere que la tristeza, que empieza siendo líquida, luego gaseosa y finalmente sólida pesada cuadrada- quede plantada en su territorio. Nadie quiere que la pelea resuene luego de los días en la propia casa. Entonces, para terminar, para terminar de matar el amor, los amantes se encuentran en las plazas.

Sigo caminando, ya no sé bien en dónde me encuentro. Atravesar esta plaza hoy ha sido un viaje hacia adentro de mi propio tiempo, caminé en diagonal haciendo equilibrio por mi línea del tiempo del amor. Me angustié un poco. Me reí.
Pude querer a la plaza. Es difícil describir mi sensación, porque si bien no era yo la chica rubia, ni Rocío, ni la muchacha con los ojos al cielo; ellas me transportaron a mi vida y a mí. Vi una película. Me emocioné. Una se emociona a partir de la identificación.
Así que finalmente hoy fui un poco esas tres mujeres.
Sí y no.
Así como la plaza es y no es parte de la casa.

sábado, 28 de abril de 2012

gris es

hay grises que se forman
mezclando dos colores complementarios
azul y naranja
verde y rojo
amarillo y violeta

se llaman grises de color
y son hermosos

viernes, 20 de abril de 2012

Es poesía

Esas bolas de papa
que comía en Copacabana
rellenas
y rodeadas
de un guisito
en una bolsa de nylon,
que vendía una doña
a la módica suma
de un boliviano.
Hociqueando 
hasta el final
sucia y contenta
mirando el Titicaca
con la panza llena.

si eso no es poesía, ¿qué es?

domingo, 8 de abril de 2012

cuando no hay cámara de fotos

                                                       

                                                          como una cosa toda roja
                                                           en el medio de lo negro



                                                           un paseo por el otro costado


                                                                 d e l   c o l o r


                                                             como el sol y la luna
                                                                     mirándose


                                                      nacen y mueren la noche y el día


                                                        y nosotros nos re-ciclamos
                                                         nos ciclamos en su ciclo
                                                               


                                                                        ...



lunes, 2 de abril de 2012

Dominguéz (con acento en la e)

se podrían escribir tratados
acerca de la dominguéz
(no la Dominguez, sino la dominguéz)
psicológicos, antropológicos, sociológicos, filosóficos-

la dominguéz como estado del ser
como tiempo, como espacio
como punto de vista
como eje analizador.

la dominguéz desde el punto de vista del urbanismo,
de la comunicación,
desde el punto de vista educativo,
recreativo
creativo.

¿cómo es que todavía no he leído nada?

sí, ya sé que hoy es lunes feriado, no es domingo.
pero estoy hablando de la dominguéz, no del domingo en sí mismo.
la dominguéz puede agarrarte un miércoles a la noche,
un viernes feriado.
la dominguéz es una sensación, una calidad del aire,
un tipo específico de soledad,
una manera particular
y cerebral
y epidérmica
de percibir
el tiempo
y los
seres
que
lo
habitan.


perdón por repetir tantas veces la palabra dominguéz
lo veo nítidamente
porque el word no la conoce y la pinta de rojo.




sábado, 24 de marzo de 2012

la memoria 
de todos 
junta

como un elefante 
que ocupa mucho espacio

la memoria
para que estemos bien
la memoria 
para que nunca más

y nunca más no sólo en las macro cosas

sino nunca más en los detalles de la vida
que no haya violencia
ni persecución
ni maltrato
ni terror
en nuestra cama, en nuestra vereda
en el camino a casa, en los amores diarios.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Basura


los tachos de basura
se parecen a sus dueños.

hablan de ellos.
de nosotros.

ahí, conjugados
y mezclados
los sobrantes,
dicen.

lo que no queremos 
lo que tiramos
lo que no nos importa volver a ver
lo descartable 
lo sucio
lo asqueroso
lo feo
lo que huele mal 
lo que se pudrió
lo inútil
lo caduco
lo roto
las etiquetas
los envoltorios

dicen lo que comimos
lo que no comimos 
los kilos de yerba aproximados
por semana


dice si vinieron visitas
o si fueron días solitarios


dice

voy a revolverme
voy a ver 
quién soy
en mi tacho de basura 

lunes, 19 de marzo de 2012


inspirado por Javier Mascaro y su Ciclo de Vida. 
javiermascaro.blogspot.com 







domingo, 18 de marzo de 2012

había una vez una mosca parte 2


Que estaban secas. Sí, eso pensaba. Fui el miércoles a la dermatóloga y se lo dije, mirá, ya pasó, ya están muriendo. Sí, dijo ella. Para verme con una lupa muy grande pasó un cable por encima de mis piernas, yo acostada con el vestido levantado, mirando a la pared. Me sacó la cascarita con su pinza. De vez en cuando yo levantaba la cabeza para mirar, no quería que la señora me sorprendiera con algún antídoto o jeringa sin previo aviso. Presionaba. Otra vez, suavemente. Anotó en su fichita lo que veía, que la lesión estaba menos inflamada y con cáscaras y sin infección. Supongo que a todo esto la larva decía yes, y festejaba un día más de vida. Salí, agarré la bici, volví contenta. Se habían secado.
Me preguntaron algunas gentes qué pasó. A esta altura hay varios sujetos siguiendo la historia casi culebrón de las larvas y yo. Calma. Se secaron. Qué bueno, dijeron todos.
Ese día a la noche, me toqué. Salió un líquido. Claramente la médica, en diversos encuentros, había asociado líquido a vida. Por eso si estaban secas, no estaban vivas. Pero resultó ser que debajo de la cascarita que me sacó la señora, había humedad aún. Mi cara cambió de color. Tuve otra vez el coraje de apretujar, en medio de un nuevo episodio de histeria, hasta sacar una larva considerablemente más grande que las dos anteriores. Grité, caminé de un lado a otro de la casa mientras Kari me miraba desde su serenidad. Se reía. Yo creo que también me hubiese reído. Tuve un rato en la mano la pinza de depilar, sujetando a mi tercer larva. Kari felizmente abrió la canilla del baño, le deseó buen viaje, y la tiró.
Eran cuatro, pensarán ustedes, falta una. A esa la rompí, en medio del intento, unos días antes. Saqué una partecita. Y el último día de este trauma, salieron sus pelitos negros, sueltitos, como papel picado. 
Así concluye esta secuencia. Espero. 
Espero que no haya Había una vez una mosca parte 3.

Gato Vuela












jueves, 15 de marzo de 2012

¿Qué pasa si el título del puema es más largo que el mismísimo puema?

silencio
es
hay

y sí
pienso de más
me pre ocupo
me enrosco, me hago la cabeza
le doy más vueltas de lo que merece
soy atolondrada, despelotada, distraída
me dejo estar
me auto boicoteo
me lastimo a veces
me dejo de lado
me asusto al pedo
vuelvo a ver si cerré la puerta con llave cuando nunca jamás en la vida la dejé abierta
y sin embargo dudo cada vez
dudo de mi
de mis recuerdos
hasta de los recuerdos documentados

y sí, tengo todo un costado oscuro
sepanlón.

martes, 13 de marzo de 2012

hay mosquitos
hay muchos
me rasco las piernas sin parar
pienso que no me gustan
me rasco y me duele
y me sigo rascando
porque me pica
porque hay mosquitos

vuelan con sus patas rayadas colgando y con ese zumbido bobo que me enloquece

vuelan y me perturban me dejan intranquila me duele me rasco me duele

si hay un ser en este mundo que detesto es el fucking mosquito

viernes, 2 de marzo de 2012

(vieja verborragia/ vomitada en rauch en 2009)

Camino por los huecos que me dejan para andar, a veces con mucho calor, calor de manos calor de verdulerías calor de mates tan dulces que no me gustan tanto pero me los tomo igual porque están llenos de mariposas y eso sí me gusta. A veces la gente se me escapa de los recuerdos, las palabras se van como agua por los coladores de mi frente y me quedo sólo sola con la frente vacía. La música de los dientes y de los dedos viene de vez en cuando como cuchillitos pequeñitos que me hunden en los huesos un dolor dulce, como dulce de olor a viejo, a humedades, a dulce feo. Y entonces viene un momento entre el azul y el negro, un pedazo de sensación de tristeza que lo meto en la mochila sin darme cuenta entre todos los papeles desordenados que se caen y se esconden para que no los encuentre y tenga que llamarlos y decirles cosas lindas para que vuelvan. Y voy con la mancha amarga, ácida que me tiñe la mochila sin que me de cuenta, hasta que me doy cuenta y me siento en un banco de la plaza y me saco los zapatos y acaricio el pastito con los dedos y viste qué lindo el sol, y ahí me amigo un poco con mi frente vacía y no le pido que esté llena, la dejo así fresca y suave y no le pido nada, entonces ella baila y se pone contenta.

miércoles, 29 de febrero de 2012

¿querías cumbia?


la vida es mi delivery
telepático
me toca el timbre
y se aparece con
lo que yo
justamente
estaba necesitando
para crecer

a veces viene con amortiguación
veces indoloras

cuando toca el timbre y yo me hago la dormida
y no le abro
después me cobra
recargo
en la próxima

es copada
pero no boluda
la vida delivery

domingo, 19 de febrero de 2012

siesta I, II y III

cuando duermen
los cuerpos se expresan
libremente, no hay manera de limitar o de reprimir.

los cuerpos toman formas que cambian, lento, como un caleidoscopio de esos con líquido, en donde uno puede ver los movimientos suaves y amortiguados. una posición, que con pequeños cambios de uno en uno va a convertirse en otra. miro cómo duermen. me encanta mirarlos dormir. las caras se aflojan, aparecen gestos nuevos, diferentes a los de la vigilia. la respiración es más profunda, más sentida. se ensamblan mágicamente las respiraciones, al unísono, coordinadas. un ritual. un estado meditativo.
mamá, hermano y hermana duermen hace un par de horas. y yo viajo en mis pensamientos, acerca del dormir y de los sueños. hice algunos dibujos. y ahora escribo. siento que soy un gigante y que miro por mi caleidoscopio -también gigante- a estas figuritas de colores claros.

quizás ellos estén despiertos tomando mates y yo soñando con caleidoscopios.

miércoles, 15 de febrero de 2012


no me gusta la palabra ex
no me sale el equilibrio
se me caen las cosas de la bici siempre
me olvido de comer
se me pasan las horas
la palabra ex (¿es una palabra?) es una mierda
todo es, nada ex

y quiero que les tiremos margaritas a los chanchos
que son tan lindos bichos
imaginate un chancho entre muchas margaritas
un primor

lunes, 13 de febrero de 2012

había una vez una mosca


Desde hace un mes más o menos estoy incubando en mi cuerpo larvas de otro ser vivo. Como una especie de vientre de alquiler, pero de piel. Con tanta medicación, pastillas de esas chiquitas que no sé por qué una intuye que son las más poderosas, están muriendo. Secándose en mí. Dos de ellas. Las otras dos me las saqué yo misma, con una pinza de depilar, acompañando el momento con algún que otro alarido.
Durante el viaje había tenido miles de picaduras, por todos lados, en cada rincón del cuerpo. No distinguí en un primer momento que éstas eran diferentes. Cuando las vi evolucionar, tuve intenciones de consultar con algún médico. Pero no fluyó. Una vez en una guardia me dijeron que no podían verme porque no era una emergencia, ya que me preguntaron señora hace cuánto tiene las picaduras, y yo respondí hace dos semanas. Quería mostrárselas a gente de la zona, confiando en que conocerían a este insecto hippie que te deja los huevos y se va a la mierda. No. No pudo ser. Una señora me miraba, en la sala de espera de la guardia, y yo le pregunté entonces si me las quería ver. Mostré mi panza herida y a esa altura infectada. La señora segurísima dijo que no es picadura, que son “nacidos” ¿Nacidos? Traté de corroborar. Sí, le salen de su propio cuerpo, de su sangre podrida. Con esa hermosa imagen en mi cabeza volví caminando al camping a dibujar con Flor, y a meterme a la pile.
Llegué a La Plata un sábado. El domingo siguiente estuve en la casa de mi abuela en Buenos Aires. Ella aportó su respectiva crema, consejo y gasa para comprimir. Amor. Parece que el amor y la adermcina en nada perturban a estos maravillosos seres que se las arreglan de diez. Sólo quieren un pedacito de cuerpo para poder ser. Lástima que a mí me de tanto rechazo y no piense en otra cosa más que en su despedida. Una pena, realmente.
Primer médico en La Plata. Guardia. Situación emocional de guardia médica, gente entristecida, enojada, enfermedades. Gente que se empecina en sentir que el tiempo no pasa más, que los médicos tardan, que todo es una mierda. Ese tiempo muerto de la espera. Una señora en particular que contaba una y otra vez los numeritos, “primero va la señora, después el hombre, después vos que tenés el 85 y después sigo yo” Nos contó veinte veces. Un señor a mi lado no paraba de conversarme, por suerte un copado. Me gusta escuchar los relatos de los viejos. Era melanco, pero melanco moderado. Antes de que venga el señor y me hablara estuve leyendo mi libro que llevé a las vacaciones y no terminé, y que está todo ondulado, porque una vez se me cayó al agua, bah, nos caímos al agua los dos y todas las demás cosas que llevaba. Y quedamos ondulados todos.
El médico que me atiendió era un chabón joven, unos treinta años, en el entusiasmo de sus inicios profesionales, por suerte, para los dos. Le expliqué yo lo que tenía. Es una mosca. Se llama Ura. Te deja los huevos. No quisiera que nazcan, por favor, más bien que me los saquen. El médico se reía dentro de su guardapolvo blanco… Me dijo, ¿Y a qué te fuiste a Paraguay? La pregunta del verano. Como Se eu te pego fue el tema del verano, esta fue la pregunta del verano. “¿Qué, tenés parientes allá?” Después de mis ganas de no contestar eso y pilotear, el pibe se fue a leer en Internet acerca de la mosca. Sí. Se fue a leer en Internet y me dejó sentada en la salita de la guardia, sintiendo a través de la puerta de madera la mirada penetrante de la señora cada vez más desquiciada. En un momento entró –la señora- y me preguntó por el médico, mirando la silla vacía… La señora había dado sus opiniones a todos los que esperaban ser atendidos, acerca de sus respectivos males, sobretodo a una chica paraguaya que tenía una cara de dolor que mama mía. Le decía, te van a mandar a hacer análisis de todo, vas a ver, te van a poner una inyección ahora. La señora tenía la necesidad de anticipar más o menos cuánto tardaríamos cada uno con el médico, para calcular cuánto faltaba para que la atendieran a ella. Yo rogaba que no me preguntara a mí que me pasaba. No quería explicar mis larvas ante tal auditorio. Imagino que les cagaría la competencia. La gente suele competir, quién está más complicada, no, y a mí me operaron tres veces del estómago, y yo… sobretodo en estos micromundos-climas que son las salas de espera. O no, en realidad no, había una señora con un ano contranatura, que estaba re podrida de esperar. Sus sobrinos le habían tirado por equivocación la caja de medicamentos a la basura. Un bajón, pobre. No voy a esperar veinte negras adelante mío, dijo enfurecida y se paró y abandonó la salita. Una menos, seguro pensó la señora impaciente.
Bueno, el médico volvió. Me indicó vaselina sólida y gasa para que la bicha no pueda respirar y salga. Y andá a ver a una dermatóloga. Se reía más. Seguro se lo contó a sus amigos o a su novia esa noche. Y dijeron, no te puedo creer, qué asco.
En esos días en que esperaba mi turno con la dermatóloga, salieron dos. Juli, mi vecina,  las metió en un tarrito, que luego yo le habría de obsequiar a la dermatóloga.
Qué lindo, decía irónicamente la médica. También llamó por teléfono a una colega, investigó. Me dio esas pastillitas chiquitas que creo están fulminando a mis larvas. Volvé a verme el miércoles, me dijo, voy a probar con pinzas, sino puedo, habrá que intervenir quirúrgicamente, no te aseguro nada. Me llamó un día, me consiguió un remedio que era caro, me preguntó cómo estaba. Una copada. Todavía existen médicos copados.
El miércoles, fui convencida de que me las sacaría. Con mi acompañante dibujábamos en la sala de espera. Otra sala de espera más. Qué hacen, dijo ella cuando abrió la puerta del consultorio para hacerme pasar. Dibujamos, contesté yo. Y entré. Liliana, la dermatóloga, escarbó delicadamente –para mi gusto- No pudo sacarlas. Conversaba. Yo sentía como los bichos pinchaban. Me dijo que había pensado lo del corte y que no daba, no valía la pena cortar por esto. Tomate otra de esas pastillitas y se van a morir.
La cosa es que cuando mueran, mi cuerpo decidirá qué hacer, si sacarlas o no.
Ahora espero. Que mi cuerpo gestione, resuelva. Me pican un montón pero ya no duele, y están como secas.
En estos días me atacaron muchísimos mosquitos, entró una laucha en casa, cucarachas, arañas. Quizás las larvas hicieron que yo despida algo que atrae a los bichos. Quién sabe. Quizás entre en una metamorfosis kafkiana, y pasado mañana me encuentren mis vecinos convertida en mantis, o en babosa. Ojalá aguante hasta el miércoles, que tengo que ver otra vez a la dermatóloga y llevarle sus dos bonos bé.

jueves, 9 de febrero de 2012

Paraguaí

en paraguay la gente
canta cuando habla.
y van entreverando
palabras
que traen antiguos colores.

todo el día
te convidan
amores.
a veces el amor
tiene forma de puerta
de lago rosado
de tereré
con remedio
de ese que calma
la sed
la sed
la sed.

tanto es el amor
que se empareja
con el calor.

todo es de a puñados
intenso
profundo
enorme
feró.

la alegría
se respira.

en paraguay hacen
unos tejidos circulares
y coloridos

que se llaman
ñandutí.


Fertilidad

martes, 7 de febrero de 2012

Rodeada


Cuando la belleza alrededor es tan grande. Cuando tan grande es. Me emociona, me vibran las cosas adentro, me siento ¿incapacitada? para ver tantas cosas lindas todas juntas. Quiero llorar, quiero escapar. Cuando la gente es buena onda por demás, cuando me ofrecen su cama, su mate, su abrigo, sus crías, su sol, sus palabras. Vos lo pediste, ahí lo tenés. Y así. Se hace todo tan extremadamente bello, tan desmesuradamente. Será que se contrasta con las miserias de mí, las que me quedan. Y por eso mi emoción es híbrida, salta entre la alegría y el terror. Será. La necesidad tengo de ir dosificando la lindura, para poder masticarla, digerirla mejor.

selva

La selva te recuerda siempre que estás en la selva. Se te tira arriba, te abraza, te sofoca. No deja de decirte: estás conmigo, sos ahora de mí. Te toca, te roza con sus dedos de hojas húmedas, con sus pies de rocas húmedas, con su piel de tela de araña. Te sorprende. No te deja sola, nunca. Es amor de ese pegajoso, protector. Y salvaje. Te revuelca, te besa apasionadamente con sus muchas bocas de insectos que succionan, revolotean, zumban, sobrevuelan. Su presencia es de hecho, no dudás si estás en la selva. Lo sabés. Ella te lo dice. Su presencia se desdobla en millones de micro ruiditos. La selva agudiza tus sentidos. Ella dice además: niña, no te olvides que tenés piel, tenés tacto, tenés olfato. Y entonces para que recuerdes, vuelvas a poner en acto, la selva dispara constantemente. Dispara con olores, con texturas. Al final ya distinguís entre humedades diferentes, entre caricias ruidos brisas aguas diferentes. La selva baila, canta, se agita, transpira. Hace un ritual cada noche, acercándose acercándose acercándose. Las chicharras son las que marcan el ritmo, luego los demás seres siguen. Los mosquitos no dejan nunca de succionarte, de probarte el sabor, de dejarte sus marcas. De amarte. La selva no histeriquea, te recibe y te lame los pies, hasta que te vas.

lunes, 6 de febrero de 2012

cataratas


caer



caer

siempre
incansablemente
hermosamente

impacto
sacudón
catarata en el cuerpo

velocidad
que de tan rápida
parece lenta

los extremos se parecen: caer y estar en suspensión

caer

caer

caer

algo de mí
algo mío
cayó
en

esa

caída.