Esas bolas de papa
que comía en Copacabana
rellenas
y rodeadas
de un guisito
en una bolsa de nylon,
que vendía una doña
a la módica suma
de un boliviano.
Hociqueando
hasta el final
sucia y contenta
mirando el Titicaca
con la panza llena.
si eso no es poesía, ¿qué es?
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